Y aunque le extrañaba que una rana pudiera ser ninguna otra cosa, todos parecían tan seguros, tan convencidos!!
Pero ella sólo veía ranas....Croaban, saltaban, eran verdes, vivían en charcas....eran eso, sólo ranas.
No había nada especial, no había mariposas, no había otra cosa que ranas.
Pero un día escuchó un croar distinto, nuevo, diferente, raro, gracioso...Y se acostumbró a escucharlo. Tanto que llegó a gustarle mucho. Tanto que llegó a buscarlo. Tanto que durante demasiado tiempo creyó necesitarlo...
Y sin quererlo pensó, tenían razón!! Sólo tengo que besarlo!
Y con los ojos cerrados imaginó su aspecto...
Sería bueno, valiente, apuesto, divertido, hermoso....
Y ansiosa abrió los ojos para ver a su amado.
Allí estaba.
Era verde, comía bichos, croaba con gracia.... y jamás dejó de ser lo que siempre sería.
Una rana.
Había roto su corazón y su esperanza y una amarga lágrima cayó sobre su verde amiga...que la miró sin entender lo que pasaba.
Entonces ella comprendió...No era culpa de esa rana.
No era culpa de ninguna.
Y le dijo adiós con la pena de saber que nunca nadie sabría jamás lo enorme que llegó a ser a sus ojos.
Y prometió que nunca volvería a pensar que una cosa podría llegar a ser jamás ninguna otra.